Maquiavelo, del que ya hemos hablado anteriormente,
centra parte de su obra El príncipe
en Julio II, concretamente capítulos como el XI o el XIII. El papado de éste,
precedido por el polémico Alejandro VI, arrastraba varias ganancias del
anterior. Así, encontramos a una aristocracia de la Romaña mermada, un aumento
del poder papal, una creciente y propensa tendencia al expansionismo y unas
vías de ingresar dinero que el propio Julio II perfeccionaría. En su resumen,
pues, Maquiavelo nos habla del creciente poder de que los Estados Pontificios
adquirieron durante esta época y que lo colocaron en la primera línea de los
poderes europeos, llegando a ser determinante en los sucesos bélicos acontecidos
en la península itálica.
En cuanto al carácter militar de Julio II,
Maquiavelo expone en el citado capítulo XIII que este papa es un mal ejemplo a
la hora de actuar bélicamente, pues se valió de tropas auxiliares y mercenarias,
en contraposición a su predecesor en el cargo, que por medio de César Borgia utilizó
tropas propias. El uso de estas tropas militares auxiliares es para Maquiavelo
una mala elección por parte de Julio II, el cual tuvo “buena suerte”, pues
salió ileso políticamente hablando del uso de unas tropas (véase extranjeras)
que podrían haber sometido o dejado maltrecho al papado. Entendemos pues que
más allá del propio carácter bélico que se había consolidado institucionalmente
en el papado habría que sumar un “plus” de peligrosidad al recurrir a potencias
extranjeras por parte de Julio II. El hecho de salir beneficiado de este
recurso bélico indicaría el ingente poder que los Estados Pontificios habían
acumulado para entonces, destacando el periodo de gestación de ese aumento
durante el gobierno del citado papa Borgia. No obstante el autor dará una gran
importancia a la fortuna para explicar cómo el papa se libró de la traición de
las tropas auxiliares debido entre otras cosas a la intervención de los suizos.
Aquí podemos observar como el autor incide en el error de haber utilizado y en
la suerte de salir indemne más que en la capacidad del papa de actuar a tiempo
para salir airoso. Esto podría responder a una adecuación por parte de
Maquiavelo de la figura de Julio II como modelo práctico de qué no debe
hacerse, idealizando su figura y no entrando en profundidad en el análisis de
sus actos. A partir de este punto se pone en cuestión la actividad de
Maquiavelo al hacer historia de manera interesada para cuadrar sus tesis; como
la que afirmaría que no es prudente usar tropas auxiliares, destacando Julio II
a modo de excepción “fortuita” a dicha regla. Este discurso ganaba credibilidad
al utilizar ejemplos coetáneos o recientes, haciendo hincapié en la capa más
externa de la memoria colectiva y aumentando así la persuasión de sus tesis.
En capítulos posteriores Maquiavelo pone a Julio II
como ejemplo de buen uso de la liberalidad y la parsimonia; véase mostrarse
generoso cuando se pretende alcanzar el poder para posteriormente apostar por
la austeridad económica. Observamos aquí un cambio de actitud frente al aspecto
económico que el autor alaba y cree necesario para alcanzar el poder. También
dedica espacios a juzgar el citado carácter afortunado del papa hasta el punto
de afirmar que si hubiese vivido más hubiesen sido testigos de su ruina,
atribuyendo parte de la suerte de su éxito bélico a la impetuosidad con la que
actuaba. Esto habría de enmarcarse dentro de una tesis en la cual afirma que
quien no fuese capaz de adaptarse a los tiempos fracasaría, volviendo a
destacar Julio II por no adecuarse a estas premisas y ser una excepción. En
este caso la concordancia de “los tiempos” y “los modos” del citado papa serían
el equivalente a volver a afirmar que el éxito de éste se debe a la fortuna y
no a sus acciones concretas. En conclusión se puede afirmar que esta reticencia
de Maquiavelo de otorgar reconocimientos a Julio II por su éxito bélico
(logrado por sus actos) podría ser interesada. Al atribuirle a la fortuna o a
la casual complementación de los modos y los tiempos el devenir de los hechos
podría estar evitando que los príncipes nuevos imitaran al papa, al no haber
dependido de él el éxito de esas supuestas temeridades excepcionales.
Bibliografía:
- Llorca Morell, B. (2014). Experiencia e imitación en la obra de Maquiavelo. Las figuras políticas
en la génesis del “ottimo príncipe”. Universitat de Barcelona, Barcelona.
No hay comentarios:
Publicar un comentario