martes, 24 de diciembre de 2019

Maquiavelo y Julio II: entre la fortuna y el reconocimiento.


Maquiavelo, del que ya hemos hablado anteriormente, centra parte de su obra El príncipe en Julio II, concretamente capítulos como el XI o el XIII. El papado de éste, precedido por el polémico Alejandro VI, arrastraba varias ganancias del anterior. Así, encontramos a una aristocracia de la Romaña mermada, un aumento del poder papal, una creciente y propensa tendencia al expansionismo y unas vías de ingresar dinero que el propio Julio II perfeccionaría. En su resumen, pues, Maquiavelo nos habla del creciente poder de que los Estados Pontificios adquirieron durante esta época y que lo colocaron en la primera línea de los poderes europeos, llegando a ser determinante en los sucesos bélicos acontecidos en la península itálica.
En cuanto al carácter militar de Julio II, Maquiavelo expone en el citado capítulo XIII que este papa es un mal ejemplo a la hora de actuar bélicamente, pues se valió de tropas auxiliares y mercenarias, en contraposición a su predecesor en el cargo, que por medio de César Borgia utilizó tropas propias. El uso de estas tropas militares auxiliares es para Maquiavelo una mala elección por parte de Julio II, el cual tuvo “buena suerte”, pues salió ileso políticamente hablando del uso de unas tropas (véase extranjeras) que podrían haber sometido o dejado maltrecho al papado. Entendemos pues que más allá del propio carácter bélico que se había consolidado institucionalmente en el papado habría que sumar un “plus” de peligrosidad al recurrir a potencias extranjeras por parte de Julio II. El hecho de salir beneficiado de este recurso bélico indicaría el ingente poder que los Estados Pontificios habían acumulado para entonces, destacando el periodo de gestación de ese aumento durante el gobierno del citado papa Borgia. No obstante el autor dará una gran importancia a la fortuna para explicar cómo el papa se libró de la traición de las tropas auxiliares debido entre otras cosas a la intervención de los suizos. Aquí podemos observar como el autor incide en el error de haber utilizado y en la suerte de salir indemne más que en la capacidad del papa de actuar a tiempo para salir airoso. Esto podría responder a una adecuación por parte de Maquiavelo de la figura de Julio II como modelo práctico de qué no debe hacerse, idealizando su figura y no entrando en profundidad en el análisis de sus actos. A partir de este punto se pone en cuestión la actividad de Maquiavelo al hacer historia de manera interesada para cuadrar sus tesis; como la que afirmaría que no es prudente usar tropas auxiliares, destacando Julio II a modo de excepción “fortuita” a dicha regla. Este discurso ganaba credibilidad al utilizar ejemplos coetáneos o recientes, haciendo hincapié en la capa más externa de la memoria colectiva y aumentando así la persuasión de sus tesis.
En capítulos posteriores Maquiavelo pone a Julio II como ejemplo de buen uso de la liberalidad y la parsimonia; véase mostrarse generoso cuando se pretende alcanzar el poder para posteriormente apostar por la austeridad económica. Observamos aquí un cambio de actitud frente al aspecto económico que el autor alaba y cree necesario para alcanzar el poder. También dedica espacios a juzgar el citado carácter afortunado del papa hasta el punto de afirmar que si hubiese vivido más hubiesen sido testigos de su ruina, atribuyendo parte de la suerte de su éxito bélico a la impetuosidad con la que actuaba. Esto habría de enmarcarse dentro de una tesis en la cual afirma que quien no fuese capaz de adaptarse a los tiempos fracasaría, volviendo a destacar Julio II por no adecuarse a estas premisas y ser una excepción. En este caso la concordancia de “los tiempos” y “los modos” del citado papa serían el equivalente a volver a afirmar que el éxito de éste se debe a la fortuna y no a sus acciones concretas. En conclusión se puede afirmar que esta reticencia de Maquiavelo de otorgar reconocimientos a Julio II por su éxito bélico (logrado por sus actos) podría ser interesada. Al atribuirle a la fortuna o a la casual complementación de los modos y los tiempos el devenir de los hechos podría estar evitando que los príncipes nuevos imitaran al papa, al no haber dependido de él el éxito de esas supuestas temeridades excepcionales.






Bibliografía:
- Llorca Morell, B. (2014). Experiencia e imitación en la obra de Maquiavelo. Las figuras políticas en la génesis del “ottimo príncipe”. Universitat de Barcelona, Barcelona.

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