Tras la muerte de Pio III en octubre de 1503 se celebró un cónclave, dicen que el más rápido que se recuerda, donde fue
elegido papa el cardenal Giuliano della Rovere, bajo el nombre de Julio II. En
la reunión cardenalicia previa se había llegado a unos acuerdos comunes con
respecto a la actividad del próximo pontífice: mantener la guerra contra los
turcos, reponer la disciplina eclesiástica, convocar otro cónclave dos años más
tarde, no declarar la guerra sin el permiso de la mayoría de los cardenales y
que se eligiera el lugar del próximo concilio entre los votos del papa y de dos
tercios de los cardenales. Estos requisitos se le hacían difíciles a un Julio
II irascible, bélico y ambicioso que caracterizará su papado por la expansión
militar de los Estados Pontificios y por sus reformas en la sede vaticana,
entre otras cosas.
Su objetivo de restaurar las fronteras pontificias y
dar más poder al papa se dejaría ver desde un primer momento, conociéndole
posteriormente como il papa terribile.
Uno de los primeros objetivos fue el concerniente a recuperar la soberanía
sobre Perugia, Bolonia y los territorios de la Romaña invadidos por Venecia y
previamente conquistados por César Borgia antes de su huida. La confrontación
con Venecia estaba servida, pues ésta denegada la devolución de las ciudades
que había conquistado en la Romaña, llegándose a un acuerdo en 1505 que no
hacía más que cerrar temporalmente ese frente. Tras esto el papa se dedicó,
liderando él mismo a los ejércitos en 1506, a recuperar tanto Perugia (donde
mandaban despóticamente los Baglioni) como Colonia (donde hacían lo propio los
Bentivoglio), perteneciendo ambas ciudades a los Estados Pontificios. Ante la
amenaza veneciana el papa Julio II acordó con el emperador Maximiliano (con
quien compartía adversario) la creación de una liga, a la cual se sumarían
Francia y Fernando el Católico.
Los dos Tratados de Cambrai de 1508 proyectaban,
además de una alianza contra los turcos, otra equivalente contra Venecia. El
plan era quitarle todas las posesiones que tuviesen en la península itálica, la
denominada Terraferma. En la Batalla de
Agnadello (1509) Venecia cayó derrotada frente a las tropas de la liga,
cediendo gran parte de sus territorios pero manteniendo su integridad
territorial y consiguiendo mediante diplomacia acabar con la citada liga. Así,
se llegó a paces con todos los integrantes de ésta, destacando el caso del
papa, que al fin conseguía extender su poder por la Romaña. El acuerdo al que
llegó Julio II con Venecia traía varias disposiciones; como la devolución por
parte de esta última de todas las ciudades en disputa en la Romaña, la renuncia
a reclamar ciertos beneficios, el reconocimiento y exención de pagar impuestos
para el clero y sus tribunales; la revocación de todos los pactos hechos con
las ciudades pontificias y permitir a sus súbditos la libre navegación por el
Adriático.
Ahora el objetivo se ponía sobre Francia, la cual
podía amenazar la soberanía ya no solo de los Estados Pontificios sino de toda
Italia (sobre todo Milán). Así, llegaría el reconocimiento de la soberanía
española en Nápoles (1510) y la unión con Venecia, Fernando el Católico, los
cantones suizos, el emperador e Inglaterra en la Liga Santa (1511). “¡Fuori i
barbari!”, frase que le atribuyen a Julio II y que está puesta en seria duda,
refleja la actitud del papa en estos momentos. Incluso hubo un intento por
parte de Julio II de hacer que se sublevara la ciudad de Génova, llegando también
a atacar al duque de Ferrara, quien era aliado del rey de Francia. Por su parte
Francia respondió promulgando la Sanción Pragmática de Bourges, la cual
limitaba el poder papal sobre la Iglesia francesa. Además dio su apoyo a una
serie de cardenales para que llevaran a cabo un Concilio general (“conciliábulo”)
en Pisa en 1511, a través del cual eligieron a un nuevo papa, Martín VI. Tanto
ese conciliábulo como el nombramiento de otro papa paralelo (recordando lo que ocurría
un siglo atrás) fueron un fracaso a nivel de reconocimiento, pues ninguna gran
potencia lo apoyó. Algunos integrantes de la Liga Santa por su parte, sí veían
que era más que necesario convocar un concilio con vistas a reformar una
Iglesia que veía poco a poco como temblaban los que debían ser sus pilares más
fundamentales de cara al creyente. Con apoyo principalmente del emperador
Maximiliano, Julio II convocó el V Concilio Lateranense, celebrado en Letrán
(1512-1517) y que contrarrestaba lo que había hecho Francia un año antes. En
este concilio se condenó el conciliábulo de Pisa y se anuló la Sanción
Pragmática.
La debilidad francesa hizo
que el Concilio de Pisa se tuviera que trasladar a Milán, ciudad de la cual
serán expulsados por los suizos, trasladándose finalmente a Lyon. Los
cardenales que apoyaron dicho concilio fueron excomulgados, no siendo
reconocido el V Concilio de Letrán por parte de Francia hasta después del
fallecimiento de Julio II, momento en el que se prohibió el soborno a la hora
de elegir al papa. Durante sus últimos años Julio II expandió los Estados Pontificios
tras la conquista de Módena (1510), Piacenza y Parma (1512), expulsando a los franceses
de Italia. En el ámbito internacional destaca el reconocimiento que Julio II
dio a la conquista de Navarra efectuada por Fernando el Católico, otorgando
bulas condenatorias a los reyes de Navarra en 1512 y 1513; siendo estos Catalina
I de Navarra Foix-Grailly-Béarn y Juan de Albret.
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Mapa de los territorios pertenecientes a los Estados Pontificios durante el papado de Julio II. |
Alabado por unos y
criticado por otros tantos, el papado de Julio II no dejó indiferente a nadie.
En una Europa que vería resquebrajarse la cristiandad en lo que restaba de
siglo, la década de Julio II como papa fue quizás el último repunte de una
Iglesia que ya veía venir la crisis que se anticipaba en Letrán. El carácter
excesivamente militarista, bélico y expansionista de este papado puso en jaque
lo que debía ser la labor del papa, ya que había dejado una impronta que
traería dificultades diplomáticas y un precedente poco menos que cuestionable
sobre ciertos límites en la legitimidad de la Iglesia.
- Bibliografía:
Collins, R. (2009). Los guardianes de las llaves del cielo. Una historia del papado. Barcelona, España: Ariel.
Duby, G. (2018). Atlas histórico mundial. Barcelona, España: Larousse.
Ribot, L. (2017). La Edad Moderna (siglos XV - XVIII). Madrid, España: Marcial Pons Historia.
- Webgrafía: